Desde pequeñito, muy a diferencia de su hermanita (y debo decir de mi al que nunca me llamaron la atención), le encantaron los carritos de juguete. Cuando entraba a una juguetería sólo los carros eran su adoración. Y aún no aprendía a hablar pero mamá siempre le enseñaba a ser ordenadito. "Guarda tus carros", le decía después de que jugaba con ellos. Y el entendía clarito, aunque no lo hablaba. Pero el amor por ellos lo animó (yo diría lo obligó) a preguntar un día que mamá los guardó como siempre tan ordenada: "Chus chayos?"
miércoles, 19 de setiembre de 2007
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